Bitcoin no es estable, es soberano

 Bitcoin no es estable, es soberano
  • El 60% de prima en stablecoins durante crisis FX en Nigeria revela su vulnerabilidad ante restricciones gubernamentales.
  • ¿Puede un activo verdaderamente estable depender de la política monetaria de otro país? La experiencia global sugiere que no.

Los datos muestran que en contextos autoritarios y de hiperinflación, Bitcoin no compite con stablecoins: las supera. Su descentralización no es solo diseño, es supervivencia.
De Nigeria a Venezuela, pasando por Afganistán, la historia es clara: donde los bancos fallan y el efectivo escasea, Bitcoin sobrevive donde los demás colapsan.

En el debate sobre cuál es el mejor activo para resguardar valor o transaccionar en entornos adversos, la comparación entre Bitcoin y stablecoins ha ganado terreno. Si bien estas últimas ofrecen una apariencia de estabilidad al estar ancladas al dólar, su dependencia de estructuras centralizadas las convierte en frágiles ante la censura estatal, la escasez de divisas y las restricciones regulatorias. Bitcoin, por el contrario, se afirma como una herramienta antifrágil: su diseño descentralizado lo vuelve funcional incluso donde todo lo demás falla.

Fuente : Bitcoinycriptos

Nigeria es un caso paradigmático. Con una inflación del 23,71 % en abril de 2025 y una devaluación del naira de más del 250 % en un año, la población enfrentó un colapso financiero que impulsó la adopción de soluciones alternativas. Mientras el gobierno restringía el acceso a stablecoins con acusaciones de lavado de dinero, las transacciones P2P en Bitcoin se dispararon. Las autoridades impusieron limitaciones a los bancos, promovieron demandas contra usuarios de USDT y alimentaron un entorno de prima y volatilidad que hizo menos práctica la opción de los stablecoins. Bitcoin, al no depender de bancos ni de emisores, sorteó estas barreras con relativa facilidad.

En Afganistán, tras la toma del poder por parte del Talibán en 2021, el sistema financiero colapsó. Las mujeres, excluidas del sistema bancario y privadas de medios legales de acceso al dólar, encontraron en Bitcoin una vía de subsistencia. Aunque las stablecoins también están disponibles en teoría, en la práctica su uso fue limitado por la falta de liquidez, las sanciones internacionales y la prohibición del uso de divisas extranjeras. Bitcoin, gracias a su resistencia a la censura, permitió transferencias transfronterizas sin intermediarios ni controles de identidad.

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Venezuela, por su parte, ofrece una perspectiva sobre la erosión de valor en el largo plazo. El bolívar ha perdido más del 99,99 % de su valor desde 2018. Aunque el dólar circula de forma informal, los controles de capital impiden transferencias fluidas y convierten el uso de stablecoins en un desafío. Además, el propio dólar ha perdido un 18 % de su poder adquisitivo desde 2020. En este contexto, Bitcoin no es solo una alternativa viable, sino una herramienta estratégica para conservar valor y evitar la confiscación o el congelamiento de fondos.

A nivel global, las estrategias estatales contra las stablecoins se repiten: bloqueos bancarios, vigilancia sobre transacciones, requerimientos estrictos de KYC, restricciones legales y hasta hackeos patrocinados por gobiernos. Sin embargo, ninguno de estos mecanismos ha logrado frenar el uso de Bitcoin de forma efectiva. La red sigue funcionando sin interrupciones, sin jefes a los que presionar y sin puertas que cerrar.

La narrativa de que “stablecoins son suficientes” surge de una visión sesgada por el privilegio de contar con bancos estables y derechos civiles. Pero para los 2.300 millones de personas que viven bajo regímenes autoritarios y los 250 millones que enfrentan inflación severa, la estabilidad no es solo una métrica; es una cuestión de supervivencia. Allí, Bitcoin no es un activo especulativo: es una herramienta de resistencia.

Mientras los stablecoins pueden tener su rol como medio de intercambio en contextos favorables, su debilidad estructural los limita en los lugares donde más se necesita una solución robusta. Bitcoin no sustituye a los stablecoins, los trasciende. No compite en el mismo terreno; crea uno nuevo donde las reglas son distintas y la soberanía es posible.

Quienes escribimos desde entornos con acceso a bancos, divisas y derechos civiles, tenemos el deber de escuchar, no proyectar. El verdadero valor de Bitcoin no está en su cotización diaria, sino en su capacidad de empoderar a quienes han sido históricamente excluidos del sistema financiero global. Ese es su uso irremplazable.