¿Haz lo que digo, o lo que hago? Vanguard termina apostando por Bitcoin

- Vanguard ya controla más de 20 millones de acciones de MSTR, con una participación valorada en $9.260 millones, sin haberlo planeado.
- Aunque bloquea los ETF de BTC para sus clientes, ahora es el mayor accionista institucional de MicroStrategy, firma que acumula más de 600.000 BTC.
Vanguard, el mayor escéptico de Bitcoin entre los gigantes financieros, se convierte —por exposición pasiva— en el principal respaldo institucional de MicroStrategy, el vehículo empresarial de Michael Saylor para acumular BTC.
Una paradoja que refleja cómo Bitcoin se infiltra incluso en los portafolios de quienes lo desprecian públicamente.
Haz lo que digo. No lo que hago.
¿O ya es al revés la vaina?
Vanguard, con $10 billones bajo gestión y una postura histórica contraria a las criptomonedas, ha sido categórico en su rechazo a Bitcoin: lo considera una “clase de activo inmadura”, sin valor intrínseco, y niega acceso a sus clientes a ETF como el iShares Bitcoin Trust (IBIT) de BlackRock. No obstante, la lógica de la indexación pasiva ha llevado al gigante de los fondos a convertirse, irónicamente, en el mayor accionista institucional de MicroStrategy (MSTR), empresa cuyo modelo de negocio es acumular Bitcoin.
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Según Bloomberg, Vanguard posee más de 20 millones de acciones de MSTR, lo que equivale a más del 8% de la empresa. Esa participación representa unos $9.260 millones, superando incluso a Capital Group.

Esta inversión no es voluntaria: MSTR forma parte de varios fondos indexados que gestiona Vanguard, como el Total Stock Market Index Fund (VITSX), el Extended Market Index Fund (VIEIX) y el Vanguard Growth ETF (VUG). Al seguir los índices de forma pasiva, Vanguard terminó respaldando a una empresa que representa exactamente lo que critica públicamente.
MicroStrategy: el proxy institucional de Bitcoin
Desde 2020, MicroStrategy ha acumulado más de 600.000 BTC, valorados hoy en aproximadamente $72.000 millones. Su fundador, Michael Saylor, convirtió a la compañía en un vehículo corporativo para mantener Bitcoin como reserva estratégica. La acción de MSTR, por tanto, ha funcionado como una exposición indirecta al precio del BTC, sobre todo antes de la aprobación de los ETF al contado.
La ironía es evidente: mientras Vanguard se niega a ofrecer acceso directo a ETF de Bitcoin a sus clientes, es el mayor financiador institucional de una empresa cuyo valor de mercado depende en un 90% del precio de BTC.
Este fenómeno no es aislado. La creciente adopción de ETF de Bitcoin está reconfigurando los flujos de capital institucional. Bitcoin entra al club de las monedas globales profundiza en cómo estos instrumentos están consolidando a BTC como un activo estratégico a escala mundial.
“Demencia institucional” o el precio de no elegir
El analista de Bloomberg, Eric Balchunas, resumió la paradoja con sarcasmo:
“Dios tiene sentido del humor… cuando haces indexación pasiva, terminas comprando todo, incluso aquello que detestas.”
Matthew Sigel, jefe de investigación en VanEck, fue más mordaz:
“Demencia institucional. Indexar $9.000 millones en algo que desprecias públicamente no es estrategia.”
Esta contradicción deja en evidencia el dilema al que se enfrentan los gigantes de la gestión pasiva. La neutralidad estructural los obliga a invertir en lo que el mercado premia, incluso si sus ejecutivos se oponen ideológicamente.
Bitcoin ya no pide permiso
El caso Vanguard-MicroStrategy no es solo una anécdota corporativa: es un reflejo profundo de cómo Bitcoin ha dejado de ser un activo marginal y ha penetrado en el corazón del sistema financiero tradicional, muchas veces por vías indirectas.
En lugar de combatir a Bitcoin, las grandes gestoras se ven obligadas a financiarlo por la fuerza de los flujos, la lógica de los índices y la presión de mercado. Y aunque Vanguard insista en que “Bitcoin no es para inversionistas serios”, su propio balance —por más que lo niegue— dice lo contrario.
La lección es clara: en un mercado que recompensa la escasez, la adopción y la resistencia a censura, el capital acaba llegando, incluso si lo hace a regañadientes.
Y a veces, como en este caso, termina financiando aquello que jura nunca respaldar.