¿Por qué Bitcoin es tecnología clave para los derechos humanos?

 ¿Por qué Bitcoin es tecnología clave para los derechos humanos?
  • Alex Gladstein de la Human Rights Foundation (HRF) destacó el rol protagónico de Bitcoin en materia de derechos humanos
  • ¿Cómo está Bitcoin ayudando a millones de personas en países con regímenes autoritarios o economías colapsadas?

Durante su participación en el evento Bitcoin Policy Summit, organizado en Washington D.C, Alex Gladstein, Director de Estrategia de la Human Rights Foundation (HRF), fue contundente al definir a Bitcoin como la tecnología de derechos humanos más poderosa del siglo XXI. En sus palabras, Bitcoin no sólo es una revolución financiera, sino una red de esperanza para quienes viven bajo represión, censura y colapsos monetarios. Desde su visión, esta tecnología permite resguardar valor, proteger la privacidad y evitar la confiscación de activos, especialmente en contextos donde el sistema tradicional falla o directamente atenta contra la población.

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El privilegio financiero como ceguera estructural

Gladstein, un fiel defensor de Bitcoin en materia de derechos humanos, parte de una premisa incómoda pero real: la mayoría de quienes desestiman a Bitcoin como inútil o meramente especulativo no entienden cómo funciona el dinero fuera del “mundo desarrollado”. Solo alrededor del 13 % de la humanidad vive en países -Estados Unidos o naciones de Europa- con acceso a una moneda fuerte, democracia, estado de derecho y respeto a la propiedad privada. En cambio, agrega, el 87 % restante se enfrenta a regímenes autoritarios, sistemas financieros inestables o monedas que colapsan de forma cíclica.

Para estas personas, Bitcoin no es una moda, sino una oportunidad única de participar en un sistema financiero global que no los excluye. Gladstein recalca en su discurso que el dinero tradicional ha dejado atrás a millones, y que el acceso a dólares, bonos o mercados bursátiles, es un lujo para la mayoría de la población mundial.

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Un escudo contra la inflación y la censura

El argumento central de Gladstein es que Bitcoin ofrece una defensa sin precedentes contra dos formas de robo sistemático perpetradas contra los ciudadanos. El primero es el robo a través de la inflación (incluso hiperinflación) y las devaluaciones monetarias. Con su suministro fijo y predecible de 21 millones de monedas, ofrece un refugio seguro contra la degradación de las monedas fiduciarias.

El segundo es el robo a través de la censura financiera y la confiscación. Gladstein describe cómo el dinero ha pasado de ser un instrumento de libertad a uno de vigilancia y represión, destacando que congelar cuentas bancarias de opositores, periodistas y activistas se ha convertido en el «protocolo estándar para cualquier dictador» en la era digital. En este sentido, cita casos en India, Rusia, Irán o Nicaragua, que muestran cómo líderes autoritarios utilizan el sistema financiero como una herramienta de silenciamiento.

Frente a ello, Bitcoin representa una alternativa resistente a la censura, especialmente cuando se usa con autocustodia, destaca Gladstein. Si un individuo controla sus propias claves privadas, ningún gobierno puede congelar o confiscar sus fondos. Esto convierte a Bitcoin en una solución vital para periodistas, activistas, educadores y ciudadanos comunes perseguidos por el simple hecho de disentir.

Bitcoin como herramienta de libertad

Lejos de ser una teoría, Gladstein demuestra con ejemplos conmovedores cómo Bitcoin ya está siendo utilizado como una herramienta de libertad en los lugares más oscuros del mundo. Ilustra casos de activistas en países como Rusia, Nigeria, Bielorrusia e Irán, donde el uso de BTC se convierte en una herramienta para financiar actividad ante esfuerzos opresivos. Además, destaca cómo la criptomoneda líder ha sido beneficiosa para la vida de ciudadanos y refugiados de Ucrania y Venezuela.

También menciona el caso de Roya Mahboob, quien utiliza Bitcoin para financiar escuelas clandestinas para niñas en Afganistán, pagando a profesoras en un sistema donde el Talibán ha prohibido la educación femenina.

Según Gladstein, estos ejemplos demuestran que el uso humanitario y político de Bitcoin ya está ocurriendo, aunque muchos aún lo ignoren. Además, es tajante al reafirmar que esto es posible únicamente con Bitcoin, ya que «los dólares no pueden hacer eso. Es tecnológicamente imposible», agregó.

También hace énfasis en un punto esencial: Bitcoin no discrimina. No pide documentos, no exige permiso, y no impide el acceso según nacionalidad, ideología o género. Frente a un mundo donde el sistema financiero es muchas veces selectivo y excluyente, Bitcoin ofrece un terreno nivelado para quienes más lo necesitan.

Para 2030, Gladstein predice que Bitcoin será la moneda estándar del activismo de derechos humanos, trazando un paralelismo con la adopción de la mensajería encriptada. Aunque en 2010 pocos activistas la usaban, para 2020 se convirtió en un estándar global.

Distinción entre ‘Bitcoin’ y ‘cripto’

El activista de derechos humanos también advierte que, si bien las stablecoins pueden ser útiles para acceder al dólar en economías inflacionarias, no son «dinero de libertad», ya que pueden ser censuradas, sancionadas y confiscadas al depender de entidades centralizadas. Por su parte, el resto del ecosistema «cripto», argumenta, está controlado por un puñado de personas y no ofrece una soberanía real.

Para Gladstein, sólo Bitcoin ofrece una red monetaria verdaderamente descentralizada, neutral y sin permisos, donde las reglas no pueden ser cambiadas por un pequeño grupo. Es esta característica única, la que lo convierte en una herramienta incorruptible para los derechos humanos.

«El término ‘cripto’ no es útil porque es como, ¿estás hablando realmente de Fartcoin? O Dogecoin (…) simplemente no es un término útil. Seamos específicos», destacó.

La herramienta que los dictadores temen

Finalmente, la tesis de Gladstein es: si quieres saber si una tecnología favorece la libertad, mira lo que piensan los dictadores sobre ella. En este sentido, destaca cómo el Partido Comunista Chino ha prohibido Bitcoin como dinero y que Vladimir Putin lo ha prohibido como medio de pago en Rusia.

Los dictadores y regímenes totalitarios le teman a Bitcoin porque representa todo lo que ellos no son: libertad de expresión, derechos de propiedad inquebrantables y mercados de capitales abiertos, explica Gladstein. «Es dinero que no pueden detener», agregó.