Bitcoin y las stablecoins bajo presión regulatoria en EE. UU.

- Nueva York plantea un impuesto del 0,2% a todas las transacciones cripto, incluidas stablecoins, con una recaudación estimada de más de 150 millones de dólares.
- El Tesoro de EE. UU. busca herramientas basadas en IA, blockchain y pruebas de conocimiento cero para reforzar el control de actividades ilícitas.
158 millones de dólares: lo que Nueva York espera recaudar anualmente con su propuesta de impuesto a las criptomonedas.
17 de octubre: fecha límite para que el Tesoro reciba comentarios sobre nuevas tecnologías de supervisión en el sector.
Un impuesto que no distingue entre uso especulativo y transaccional
El asambleísta Phil Steck propuso que todas las transacciones de criptomonedas en Nueva York estén sujetas a un impuesto del 0,2%, sin excepciones para las stablecoins. Su argumento es directo: las criptomonedas, incluidas aquellas vinculadas al dólar, son en gran medida instrumentos especulativos y no reemplazan al dinero fiduciario en el uso cotidiano.
La estimación oficial proyecta una recaudación de 158 millones de dólares anuales, fondos que se destinarían a combatir el abuso de sustancias en comunidades del norte del estado. Sin embargo, la redacción del proyecto de ley presenta riesgos evidentes: incluso las transferencias entre cuentas propias quedarían gravadas, lo que podría suponer un sobrecosto innecesario para la simple gestión de seguridad financiera de los usuarios.
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Más aún, el legislador se mostró indiferente frente a las implicaciones tecnológicas, llegando a equiparar la especulación con criptomonedas a “una forma de entretenimiento”. Esta percepción refleja la distancia entre el discurso político y la complejidad real del sector.

El avance del Tesoro: supervisión con inteligencia artificial y pruebas ZK
En paralelo, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos abrió una consulta pública para explorar tecnologías capaces de detectar y mitigar el uso ilícito de criptomonedas. El objetivo es recopilar propuestas de la industria antes del 17 de octubre, en cumplimiento de la nueva Ley GENIUS.
El plan abarca cuatro ejes principales:
- Monitoreo de blockchain en tiempo real.
- Uso de inteligencia artificial para patrones sospechosos.
- Verificación de identidad digital y credenciales reutilizables.
- Pruebas de conocimiento cero (ZK) para equilibrar privacidad y cumplimiento.
Figuras del ecosistema como Katie Evans (Swarm) o Riccardo Spagni (Tari) destacan que las credenciales selectivas y reutilizables pueden evitar que los usuarios entreguen repetidamente sus datos personales a múltiples plataformas. Así, se lograría un modelo de cumplimiento más eficiente y menos invasivo, clave para que el sector DeFi trascienda su actual nicho.
Stablecoins en el centro del debate
La paradoja es evidente: mientras Nueva York busca gravar incluso las operaciones con stablecoins, empresas como Visa expanden su infraestructura para procesarlas en redes como Avalanche y Stellar, sumando soporte para tokens como PYUSD de PayPal o EURC de Circle.
Con una capitalización que supera los 280.000 millones de dólares, las stablecoins se han convertido en la infraestructura básica del trading y en la vía de entrada de instituciones financieras tradicionales. El contraste entre innovación corporativa y fricción regulatoria muestra la falta de un consenso claro en torno a su función: ¿son simples fichas de intercambio especulativo o una nueva capa del sistema financiero global?
Un futuro definido por la regulación
Tanto el proyecto de Steck como la consulta del Tesoro reflejan la tensión estructural que vive el sector: la búsqueda de legitimidad frente al temor de que se convierta en un canal de riesgo sistémico.
El impuesto de Nueva York podría desalentar la actividad legítima y encarecer operaciones básicas, mientras que la iniciativa del Tesoro, si logra equilibrar privacidad y cumplimiento, podría sentar las bases de una supervisión más inteligente y respetuosa con la innovación.
Para los inversores, la lección es clara: el camino de Bitcoin y las criptomonedas hacia la adopción masiva no solo depende de métricas on-chain o de la liquidez del mercado, sino de cómo los marcos regulatorios evolucionan y se aplican en tiempo real. El desafío será encontrar un punto de equilibrio donde la innovación tecnológica y la protección al usuario convivan sin sofocar el potencial transformador del sector.