Sentimiento del consumidor estadounidense se desploma tras nuevos aranceles

- La confianza del consumidor en EE. UU. cae a su nivel más bajo en tres años; expectativas inflacionarias alcanzan máximos desde 1981.
- En contraste, Bitcoin sube 5% y supera los $83.000, consolidando su narrativa como refugio alternativo ante la crisis macroeconómica.
El ecosistema financiero tradicional atraviesa una etapa de fuerte turbulencia tras la publicación del más reciente informe de la Universidad de Michigan, que reveló una caída abrupta en la confianza del consumidor estadounidense, junto con un repunte alarmante en las expectativas de inflación. El contexto se agrava por la reactivación de las tensiones comerciales entre EE. UU. y China, lo que ha generado una venta masiva de bonos del Tesoro a largo plazo y una fuerte depreciación del dólar. Sin embargo, en este escenario de inestabilidad, Bitcoin y otras criptomonedas están mostrando una sorprendente fortaleza.
El índice de sentimiento del consumidor cayó de 57.0 a 50.8, acercándose a los niveles mínimos registrados en medio de la pandemia en 2020. Este descenso no solo refleja una pérdida de confianza generalizada, sino también un temor creciente frente a la inflación: las expectativas para el año siguiente se dispararon a 6.7%, su nivel más alto en más de cuatro décadas. Para ponerlo en perspectiva, la última vez que se registraron cifras similares fue en 1981, un periodo que desencadenó una de las políticas monetarias más agresivas en la historia moderna bajo la dirección de Paul Volcker en la Reserva Federal.

Como consecuencia, el rendimiento del bono del Tesoro a 10 años superó el 4.55%, con un aumento de más de 50 puntos básicos en apenas una semana. El índice del dólar estadounidense (DXY), por su parte, cayó por debajo de 100, alcanzando mínimos no vistos en tres años. Al mismo tiempo, el oro, tradicional refugio ante la inflación, alcanzó un nuevo récord de $3,240 por onza, confirmando el desplazamiento del capital hacia activos percibidos como “seguros”.
Lo interesante es que Bitcoin, históricamente más volátil que el oro o el dólar, ha mostrado una reacción distinta. Con un alza del 4% en las últimas 24 horas, la principal criptomoneda cotiza por encima de los $82,000, consolidando un movimiento alcista que se extiende desde mediados de marzo. Otros activos del ecosistema, como Solana (SOL) y Avalanche (AVAX), subieron un 6% en el mismo periodo, impulsados en parte por flujos especulativos pero también por un cambio en la narrativa macro: las criptomonedas ya no son únicamente activos de riesgo, sino instrumentos alternativos en un entorno dominado por la incertidumbre y la desconfianza institucional.
El CoinDesk 20 Index, que agrupa una cesta amplia de criptomonedas líderes por capitalización y liquidez, avanzó un 3%, demostrando que la recuperación no es aislada. La lectura técnica de los mercados sugiere que el rebote de BTC se encuentra en una fase madura pero no agotada. A nivel fundamental, el interés institucional continúa elevado, respaldado por la adopción progresiva de productos como los ETF de Bitcoin al contado, que han registrado flujos netos positivos incluso en días de alta volatilidad.
Los movimientos recientes en los mercados de deuda y divisas también han reavivado el debate sobre la fiabilidad de los indicadores tradicionales como señal de salud económica. Según el multimillonario Bill Ackman, muchos de los cambios bruscos en los rendimientos podrían explicarse más por liquidaciones forzadas y factores técnicos que por fundamentos reales. Esta visión, compartida por otros analistas macroeconómicos, advierte sobre la creciente dificultad de interpretar correctamente las dinámicas del mercado sin caer en sobrelecturas.
La coyuntura actual es un espejo que refleja los desequilibrios estructurales de la economía global. El desplome del sentimiento del consumidor, la erosión del dólar como reserva de valor y la fuga hacia activos alternativos como Bitcoin y el oro nos recuerdan que el sistema financiero tradicional está siendo cuestionado desde sus raíces. Para el inversor informado, no se trata de elegir entre uno u otro activo, sino de entender que estamos asistiendo a una transformación profunda en la forma de asignar valor y gestionar el riesgo. En este contexto, la educación financiera, el análisis riguroso y la diversificación estratégica dejan de ser recomendaciones para convertirse en condiciones necesarias para sobrevivir y prosperar.