La “Reina del Bitcoin” tras las rejas: el fraude que movió 61.000 BTC

 La “Reina del Bitcoin” tras las rejas: el fraude que movió 61.000 BTC
  • 61.000 BTC incautados en el Reino Unido tras una estafa piramidal de US$ 5.600 millones.
  • La llamada “Reina del Bitcoin” engañó a 128.000 inversores y lavó fortunas a través de criptomonedas.

Un esquema Ponzi a escala nacional

Entre 2014 y 2017, Zhimin Qian operó un esquema piramidal en China que afectó a unos 128.000 inversores. Su empresa, Lantian Gerui Electronic Technology, ofrecía supuestas oportunidades de inversión en proyectos de minería y fondos de criptomonedas, pero en realidad funcionaba como un clásico fraude Ponzi.

Los montos invertidos por las víctimas se sitúan alrededor de 40.000 millones de yenes (≈ $5.600 millones de dólares), según el informe de la Crown Prosecution Service. Una parte significativa de los recursos fue desviada y convertida a bitcoins, lo que complicó la trazabilidad y añadió un componente tecnológico al lavado.

Durante la investigación, las autoridades británicas confiscaron más de 61.000 bitcoins, valorados en más de $6.000 millones de dólares a precios actuales, lo que representa una de las mayores incautaciones de criptomonedas registradas en Europa.

Evolución del precio de Bitcoin entre el inicio del fraude en 2017 y su descubrimiento en 2024, cuando fueron confiscados 61.000 BTC.

El largo rastro del dinero digital

Qian huyó de China en 2017, atravesando Myanmar, Tailandia, Laos y Malasia antes de llegar al Reino Unido con un pasaporte de San Cristóbal y Nieves. Desde allí intentó convertir sus bitcoins en dinero fiat mediante compras de artículos de lujo y propiedades.

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Las autoridades británicas detectaron su rastro en 2018, cuando intentó adquirir un inmueble en Londres. Sin embargo, logró evadir la captura durante casi seis años hasta su arresto definitivo en abril de 2024, en la ciudad de York, tras una investigación sobre su colaborador Ling Seng Hok, quien también había movido fondos relacionados con el esquema.

Otros cómplices, como Wen Jian, fueron igualmente condenados por colaborar en la conversión de bitcoins a efectivo y bienes de alto valor.

Una lección sobre riesgo, trazabilidad y regulación

El caso Qian deja tres mensajes relevantes para el ecosistema cripto y los inversores:

  1. La trazabilidad es real.
    Aunque los bitcoins se perciben como anónimos, las operaciones de Qian fueron rastreadas gracias a análisis on-chain y cooperación internacional. La narrativa de la “impunidad digital” pierde fuerza frente a las capacidades actuales de la ciberforensia financiera.
  2. El impacto reputacional es inmediato.
    Fraudes de esta magnitud alimentan el argumento regulatorio de los gobiernos y pueden aumentar la presión sobre los intercambios centralizados. Para los inversores, esto se traduce en más controles de KYC y menor privacidad operativa.
  3. El valor del Bitcoin no lo define su uso indebido.
    Paradójicamente, la misma tecnología que permitió ocultar temporalmente los fondos fue la que permitió su rastreo. Bitcoin sigue siendo una herramienta neutral: lo determinante es el marco institucional que la rodea.

A precios de 2025, los 61.000 BTC incautados superarían los $6.000 millones de dólares, una cifra mayor que la mayoría de las reservas nacionales de oro de países pequeños. Ese contraste evidencia tanto el potencial de acumulación de valor de Bitcoin como el desafío que supone su gestión cuando entra en procesos judiciales.

El trasfondo económico y moral del caso

La jueza Sally-Ann Hales describió a Qian como una “arquitecta movida por la codicia pura”. Muchas víctimas perdieron sus ahorros, propiedades y estabilidad familiar. El proceso penal ya concluyó, pero continúa un procedimiento civil en el Tribunal Superior de Londres, donde más de 1.300 personas reclaman compensaciones.

Los abogados de Qian sostienen que ella no pretendía defraudar y que la revalorización de Bitcoin —de $3.600 en 2018 a casi $100.000 en 2025— podría cubrir las pérdidas originales. Aun así, el caso deja al descubierto el vacío normativo que aún existe entre jurisdicciones y la necesidad de protocolos internacionales claros sobre recuperación de activos digitales.

El episodio de Zhimin Qian recuerda que el verdadero desafío del ecosistema cripto no es solo tecnológico, sino ético y regulatorio. Bitcoin, como sistema abierto y resistente a la censura, puede ser vehículo de libertad o instrumento de fraude según quién lo use. Y mientras los Estados perfeccionan su marco de control, los inversores más conscientes deben perfeccionar el suyo: criterio, análisis y custodia personal.