Por qué bitcoin es el dinero de la libertad

- Alex Gladstein, de la Human Rights Foundation (HRF), argumenta que bitcoin es una herramienta crucial para activistas y ciudadanos que viven bajo regímenes autoritarios, ofreciendo una alternativa a la represión financiera
- En un ensayo, Gladstein describe cómo bitcoin permite eludir la censura, la devaluación monetaria y la vigilancia, consolidándose como el «dinero de la libertad»
Alex Gladstein, director de estrategia de la HRF, publicó un ensayo donde destaca a bitcoin como el «dinero de la libertad». En su artículo «Why Bitcoin Is Freedom Money», Gladstein argumenta que, en un mundo donde la vigilancia digital y la represión financiera se han convertido en las principales herramientas de los regímenes autoritarios, bitcoin emerge como una tecnología revolucionaria que devuelve el poder a los individuos y a los movimientos prodemocracia.
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El fin del dinero anónimo y la tiranía financiera
Gladstein, profundo defensor del uso de bitcoin como herramienta para los derechos humanos, comienza su ensayo recordando un mundo no tan lejano, donde las transacciones en efectivo eran la norma y los gobiernos no podían monitorear fácilmente la actividad económica de sus ciudadanos.
Ese mundo, afirma, «ya no existe». Hoy, el dominio de los pagos digitales permite a los gobiernos una vigilancia sin precedentes, convirtiendo las cuentas bancarias en herramientas políticas que pueden ser «encendidas y apagadas a voluntad», explica. Esta represión financiera, sostiene, es quizás la más profunda de todas: «No todo el mundo es periodista u opositor político, pero todo el mundo usa dinero».
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A esta vigilancia se suma la devaluación monetaria, indica Gladstein. Los regímenes autoritarios financian sus aparatos de represión, sus guerras y sus estilos de vida opulentos inflando sus monedas nacionales, un «robo sigiloso» que destruye el poder adquisitivo de los ciudadanos comunes, señala.
De esta forma, según Gladstein, el 87% de la humanidad vive bajo un régimen autoritario o con una moneda fiduciaria en colapso, por lo que para esta abrumadora mayoría del mundo, el sistema financiero existente no funciona.
Es por eso, concluye, que los activistas por la democracia están recurriendo a Bitcoin.
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Bitcoin: resistencia y libertad
En su ensayo, Gladstein detalla con ejemplos concretos cómo bitcoin se ha convertido en una línea de vida para los movimientos democrácticos en todo el mundo. Desde Rusia, donde activistas fueron «desbancarizados» por la presión del Kremlin, hasta Turquía, donde enviar una donación a una ONG de derechos humanos a través del sistema bancario tradicional es prácticamente imposible sin alertar al régimen, motivos que evidencian que «el sistema financiero tradicional ha fracasado».
Aquí, enfatiza el estratega de la HRF, es donde Bitcoin «brilla», ya que permite a los donantes enviar fondos de manera rápida, barata y privada a través de fronteras, sin necesidad de permisos. Gracias a estas características, el activista en el terreno recibe los fondos en minutos y puede convertirlos en moneda local en mercados P2P, pagar salarios o comprar bienes y servicios directamente, asegura Gladstein.

Para ilustrar esto, narró el caso de la empresaria Roya Mahboob en Afganistán, quien utilizó BTC para pagar a sus empleadas, permitiéndoles eludir el control de sus familiares varones y, tras la caída de Kabul, escapar del país con su patrimonio intacto, almacenado en una simple frase semilla.
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Bitcoin no es «cripto»
Gladstein hace una distinción fundamental y a menudo ignorada: bitcoin no es lo mismo que «cripto». Para el defensor de los derechos humanos, el universo «cripto» en general es «una estafa gigante», donde casi el 100% de los tokens existentes fueron creados con el único propósito de enriquecer a sus fundadores a expensas del público.
Estos proyectos, a menudo centralizados, no ofrecen la resistencia a la censura ni la escasez digital, lo que hacen de bitcoin una herramienta única, agrega. Aunque reconoce la utilidad humanitaria de las stablecoins para acceder al dólar en economías inflacionarias, advierte que también son centralizadas y pueden ser confiscadas o censuradas.
Por ello, sugiere pensar en las monedas digitales en tres categorías: «bitcoin, stablecoins y todo lo demás». La verdadera promesa de libertad, argumenta, reside en la descentralización y la resistencia a la censura que solo bitcoin puede ofrecer.
Gladstein concluye que, mientras los gobiernos continúen devaluando sus monedas, vigilando a sus ciudadanos y censurando a sus críticos, la adopción de bitcoin seguirá creciendo de manera inexorable, convirtiéndose en una herramienta indispensable para la supervivencia y la resistencia en los lugares más oscuros del planeta, ganándose, a pulso, el título de «dinero de la libertad».