21 de mayo de 2025

SafeMoon: ¿Inversión fallida o estafa con marketing?

 SafeMoon: ¿Inversión fallida o estafa con marketing?
  • El acusado está señalado por usar el fondo de liquidez de SafeMoon como una caja chica personal, mientras los inversores perdían millones.
  • Testimonios y análisis sugieren una posible manipulación del mercado bajo el disfraz de gestión estratégica.

El juicio que enfrenta John Karony, exdirector ejecutivo de SafeMoon, no solo es un caso individual de mala conducta empresarial; es también el reflejo de una industria cripto que durante años ha tolerado prácticas opacas amparadas en la promesa de descentralización y rendimientos descomunales.

Karony es acusado de retirar fondos de liquidez —supuestamente destinados a estabilizar el token y proteger a los inversores— para adquirir bienes personales como automóviles de lujo y propiedades inmobiliarias. La defensa ha tratado de presentar estas extracciones como gastos legítimos de operación, una narrativa que, si bien puede parecer razonable para algunos entusiastas, difícilmente se sostiene frente al colapso de precio y la falta de transparencia.

Uno de los testigos clave, Nicholas Ranalli, inversor y trabajador de fábrica, llegó incluso a justificar el gasto diciendo que «se merecen ese dinero», comparando la situación con un restaurante que usa ganancias de hamburguesas para comprar filetes. Esta lógica, si bien coloquial y emocionalmente comprensible, pone en evidencia la fragilidad del juicio financiero de muchos inversores minoristas que fueron seducidos más por el marketing que por datos verificables.

Además, Ranalli admitió que aún posee tokens de SafeMoon y “espera que el precio suba”, una revelación que podría poner en entredicho la imparcialidad de su testimonio. Otro punto de defensa se basó en la intervención del profesor Bruce Mizrach, quien presentó un análisis sobre los movimientos de precio tras los eventos clave relacionados con SafeMoon. Mizrach argumentó que las declaraciones de Karony provocaron repuntes de precio tras caídas significativas, como la del 21 de abril de 2021, cuando el activista “War on Rugs” denunció públicamente las extracciones de liquidez. Sin embargo, el mismo análisis mostró que el repunte fue efímero y que el 22 de abril el precio cayó otro 26%.

Lo que se discute en el tribunal no es solo si Karony violó la ley, sino si SafeMoon fue, en esencia, una estafa bien disfrazada. El modelo de “liquidez bloqueada” terminó no estando realmente bloqueado. Las declaraciones públicas no coincidían con los movimientos internos, y la falta de controles externos permitió un manejo discrecional de fondos que perjudicó directamente a quienes confiaron en el proyecto.

Más allá del juicio, el caso Karony expone un patrón preocupante en el ecosistema de criptomonedas: la proliferación de tokens promocionados como inversiones revolucionarias que, en realidad, operan con estructuras de incentivo similares a esquemas piramidales. El uso de influencers, narrativas de comunidad, y promesas de riqueza fácil han sido herramientas efectivas para atraer capital, muchas veces sin ofrecer valor real ni responsabilidad.

SafeMoon, como muchos otros tokens, fue impulsado más por el FOMO (miedo a quedarse fuera) que por fundamentos sólidos. Y ahora, mientras sus fundadores enfrentan procesos judiciales, los inversores enfrentan pérdidas millonarias y lecciones dolorosas.

Este juicio debería servir como advertencia para un sector que aún carece de supervisión rigurosa. La innovación financiera no debería ser sinónimo de impunidad. Y aunque el veredicto final aún no se ha dictado, el daño reputacional de SafeMoon y su liderazgo parece ya irreversible.

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