China deja el dólar y mira a Bitcoin

- China podría acelerar su desvinculación de los bonos del Tesoro de EE.UU. en favor de reservas alternativas como Bitcoin y oro, impulsada por tensiones geopolíticas.
- El capital institucional está reforzando la narrativa de Bitcoin como refugio de valor no correlacionado, alineado con las tendencias de desdolarización global.
En un contexto de creciente fragmentación geopolítica y redefinición del poder económico global, los bancos centrales en particular China podrían estar acelerando una silenciosa pero profunda transformación en la composición de sus reservas estratégicas. Así lo sugiere Jay Jacobs, responsable de temáticas y ETFs activos en BlackRock, quien destacó un viraje progresivo de activos tradicionales como los bonos del Tesoro estadounidense hacia otros considerados más resilientes frente a choques geopolíticos: el oro y Bitcoin.
Según Jacobs, este fenómeno no es enteramente nuevo. La diversificación fuera del dólar, tanto hacia metales preciosos como hacia criptomonedas, habría comenzado hace al menos tres o cuatro años, aunque los eventos recientes han catalizado este proceso. Entre ellos, la congelación de más de 300.000 millones de dólares en activos del banco central ruso tras la invasión a Ucrania encendió las alarmas en potencias como China sobre la vulnerabilidad de sus reservas en jurisdicciones controladas por Occidente.
Esta desconfianza, combinada con las tensiones comerciales, tecnológicas y financieras entre Washington y Pekín, estaría consolidando un entorno propicio para que activos como Bitcoin se reposicionen como refugios estratégicos. En palabras del propio Jacobs, Bitcoin está siendo cada vez más percibido como un activo no correlacionado, al igual que el oro, y por tanto atractivo en este nuevo paradigma.
Esta percepción también se refleja en el comportamiento del mercado. Los flujos hacia ETFs de oro y fondos vinculados a Bitcoin han aumentado de forma significativa en lo que va del año. BlackRock, como mayor gestora de activos del mundo, reconoce a la fragmentación geopolítica como una de las “megafuerzas” que moldearán los mercados globales en las próximas décadas. En este escenario, la demanda por activos que “se comporten diferente” frente a las tradicionales dinámicas de mercado se vuelve un eje clave en la estrategia de asignación de capital.
Más allá de las declaraciones de Jacobs, otras voces del sector refuerzan esta narrativa. Alex Svanevik, CEO de Nansen, señaló que Bitcoin está mostrando signos de madurez al separarse del comportamiento del Nasdaq y del S&P 500. En sus palabras, la principal criptomoneda del mercado se está volviendo “menos Nasdaq y más oro”. Esta decoupling es especialmente relevante en medio de un entorno de alta sensibilidad macroeconómica y desaceleración bursátil.
QCP Capital, por su parte, afirmó que Bitcoin está empezando a compartir protagonismo con el oro como cobertura frente a la incertidumbre macroeconómica. En una nota reciente, la firma destacó que mientras los índices bursátiles cerraban una semana en rojo, el impulso de BTC como activo refugio volvía a cobrar fuerza, lo que podría traducirse en un nuevo viento de cola para la asignación institucional hacia Bitcoin.

La posible reconfiguración del sistema de reservas internacional, en la que Bitcoin aparece como una alternativa emergente, plantea un desafío y una oportunidad. Para Bitcoin, se trata de consolidarse como un activo soberano, inmune a la política monetaria de cualquier nación y resistente a embargos o restricciones de terceros. Pero para los inversores, el mensaje es claro: la narrativa de Bitcoin está evolucionando. Ya no se trata únicamente de una apuesta especulativa o de una innovación tecnológica, sino de un activo que empieza a jugar en las grandes ligas de la macroeconomía global.
Si la fragmentación geopolítica marca el pulso de los próximos años, quienes comprendan antes esta transición tendrán una ventaja estratégica significativa. Bitcoin no solo ofrece un potencial de apreciación, sino, cada vez más, una función de protección ante la vulnerabilidad sistémica de los instrumentos tradicionales. Esa dualidad podría ser clave en un mundo donde la soberanía financiera se redefine.