China no domina el juego económico global

- Estados Unidos sigue siendo el mayor jugador económico global, no solo por volumen de consumo, sino también por su dominio monetario y comercial.
- Una guerra arancelaria perjudicaría a ambas potencias, pero los datos muestran que China tiene más que perder en el corto y mediano plazo.
En medio del renovado discurso proteccionista de Donald Trump, vuelve a tomar protagonismo el debate sobre la aparente supremacía económica de China frente a Estados Unidos. Sin embargo, una mirada desapasionada y numérica al comercio internacional, las reservas estratégicas y la hegemonía monetaria global revela una realidad distinta: el desequilibrio económico entre ambos países favorece, por amplio margen, a EE.UU.
Durante 2024, Estados Unidos registró un déficit comercial con China de aproximadamente $295 mil millones: exportó bienes y servicios por $143.550 millones, mientras que importó por $462.620 millones. Este superávit para China representa una fuerte dependencia del mercado estadounidense. EE.UU. es uno de los principales clientes de China, pero no ocurre lo contrario con la misma intensidad.

A esto se suma un dato clave en cualquier guerra comercial: los aranceles. Trump ha planteado elevar los aranceles a las importaciones chinas hasta el 104%, lo que, manteniendo el volumen actual de importaciones, podría generar ingresos aduaneros cercanos a $481.000 millones anuales. En reciprocidad, China aplicaría un arancel del 34% a las importaciones estadounidenses, que en su volumen actual apenas generarían $49.000 millones. La diferencia es abismal: en términos de ingresos arancelarios, EE.UU. podría recaudar casi 10 veces más que China, lo que refuerza su ventaja negociadora.
Más allá del comercio, el dominio financiero estadounidense es evidente. El dólar estadounidense representa el 58% de las reservas mundiales, y 90% de las transacciones en el mercado FOREX involucran al USD. En contraste, el yuan chino apenas representa un 2.8% de las transacciones vía SWIFT, y aunque su uso ha aumentado, incluso en el escenario más optimista no superaría el 5% de participación global. La profundidad, liquidez y confianza del sistema financiero estadounidense no tiene parangón en el mundo actual.
Respecto a reservas internacionales, China ostenta $3.22 billones, la cifra más alta del planeta. Sin embargo, más del 50% están denominadas en dólares, lo que expone aún más a su economía ante movimientos de política monetaria o arancelaria de EE.UU. En cuanto a reservas de oro, EE.UU. lidera con más de 8 mil toneladas métricas, cuadruplicando las 2.264 TM que posee China. Esta superioridad en activos estratégicos añade otra capa de protección a la economía estadounidense frente a cualquier conflicto económico global.

Esto no significa que EE.UU. sea invulnerable. China sigue siendo la segunda economía más grande del mundo por PIB absoluto, con una base industrial masiva, creciente desarrollo tecnológico y una influencia económica significativa en regiones emergentes. Una guerra comercial prolongada afectaría a ambas economías, pero es evidente que, en una confrontación directa, el daño relativo sería mayor para China.
Desde una perspectiva macroeconómica, lo que muchos interpretan como una provocación errática por parte de Trump puede entenderse como una estrategia de presión basada en una posición de fortaleza estructural. EE.UU. es uno de los países con mayor consumo per cápita, cuenta con el sistema financiero más robusto y actúa como mercado objetivo para casi todos los países exportadores del planeta.
Más allá del estilo agresivo y controversial del expresidente, lo que estos datos muestran es que su capacidad de negociación internacional no nace del carisma, sino de los cimientos reales del poder económico estadounidense, que aun en un mundo multipolar sigue siendo el epicentro de la economía global.
La narrativa dominante en redes y ciertos medios sobre una inminente hegemonía china muchas veces responde más a percepciones ideológicas o al sensacionalismo que a los datos. Entender el tablero económico internacional requiere mirar más allá del ruido: no se trata de subestimar a China, sino de reconocer que el liderazgo económico no se mide solo por volumen de producción, sino también por influencia sistémica, confianza financiera y resiliencia estructural.
Para los inversores en Bitcoin y activos financieros globales, este tipo de análisis no solo ayuda a comprender mejor el entorno geopolítico, sino que también refuerza una enseñanza crucial: los flujos económicos siguen gravitándose en torno al dólar y al sistema estadounidense. Por ahora, y probablemente durante la próxima década, cualquier cambio de paradigma será progresivo, no disruptivo.
Artículo basado en información de @HeverCastroB